por Tobias Salander, Historiador
Igual por donde uno mire, se privatiza. Desde que finalizó la guerra fría, con el triunfo de la economía de mercado sobre el plan económico socialista, se predican sin cesar, en el mundo entero, las bendiciones de la globalización. Desde el momento en que el mundo bipolar de la posguerra se transformó en el mundo unipolar bajo la hegemonía de EEUU, ha crecido el número de guerras ofensivas. La mano invisible del mercado unida a la mano de hierro de los militares han roto barreras.
Cada vez con más descaro hacen su presentación los Global Players exigiendo arrogantemente y con violencia la protección de sus intereses.
Pero, despues de la caída de la cortina de hierro, resulta difícil hacer plausibe a la población de ambas partes, los costos inmensos para la mantención del aparato militar. Por eso los apologistas del neoliberalismo se han apropiado de la rama seguridad, poniéndola bajo la competencia de los desvaríos del liberalismo y privatización.
Socavación de la competencia estatal y del sentido del bien común
Despues de más de 350 años de la Paz de Westfalia, del establecimiento de la soberanía de los estados y su derecho exclusivo a la defensa propia, el mundo actual se encuentra en un estado de peligrosa socavación de la competencia estatal y del sentido del bien común. Y ahora, también, algo tan sensible como lo referente a la seguridad pública, es decir, a la guerra y la paz, pasa cada vez más a ser la responsabilidad de empresas privadas que persiguen el beneficio propio. Si conceptos tales como mercenarios y legión extranjera son conocidos y los relacionamos con guerreros, espadachines y jugadores al márgen de la ley, empresas privadas militares son más bien comparables con las acciones de guerra de Wallenstein en la época de la guerra de los treinta años (divisa: la guerra alimenta a la guerra). Así todo, existen enormes diferencias. La única motivación de esas empresas es la obtención de ganancias, no tanto a nivel privado sino de la empresa. Estas son regidas por las reglas vigentes, ofertan una amplia gama de rendimientos a una clientela heterogénea, a los colaboradores no se los recluta en la clandestinidad sino oficialmente. Esas firmas están organizadas con las estructuras típicas de las empresas, con tendencia a los trust, y entrelazadas con otras empresas holdings y mercados financieros.
Las empresas militares privadas (PMF) se ofertan como un substituto del ejército, incluyendo servicios y equipamiento, lo que generalmente es competencia de los ejércitos nacionales, del servicio de contraespionaje militar y del servicio secreto del exterior. En lo referente a la seguridad interna, esa función corresponde a la policía, aduana, policías de frontera y servicio secretos del interior. Estos servicios militares concentran su oferta en cuatro ámbitos: seguridad, entrenamiento, servicio de información y logística.
200 000 millones de dólares de ingreso bruto anual de las empresas militares privadas (PMF)
Los clientes de las empresas privadas militares (PMF) son, además de grupos políticos de los estados, puchistas, jefes de comandos rebeldes, también trusts que así se aseguran sus mercados, conquistan, conforme a las reglas, la posesión de materias primas, y con grupos de comando, hacen asesinar a dirigentes sindicales. Conocedores de la materia mencionan firmas como Shell, BP y Exxon-Mobil. El cliente principal es, mundialmente, EEUU que de ese modo lleva a cabo acciones al márgen del parlamento, el cual se encargaría de ellas a través del accionar de sus servicios secretos.
Se calcula que el PMF cuenta con 1,5 millones de empleados, y su ingreso bruto anual ronda por los 200 000 millones de dólares.
Muchos gobiernos dependen hoy en día totalmente de estos servicios
como por ejemplo Arabia Saudita que así ha delegado todo lo concerniente a seguridad y fuerzas armadas. Incluso EEUU no hubiera podido llevar adelante el ataque a Yugoslavia sin la firma militar Kellog, Brown & Root (KBR). Esta firma fue la que construyó el gigantesco campamento militar americano Camp Bondsteel en Kósovo, por donde pasa el oleoducto central que transporta el petróleo del Mar Negro hacia Albania. En Iraq operan en este momento 68 firmas militares, financiadas por los impuestos que pagan los ciudadanos en EEUU, y, con la dependencia del dólar en el mercado mundial, también en el resto del mundo. Y como las armas modernas son cada vez más complejas y los soldados necesitan un entrenamiento especial para su aplicación, grandes firmas de armamentos como Northrop Grunman o Lockheed Martin han comprado algunas firmas militares como Vinnell y MPRI y envían a las zonas en guerra junto con las armas también el personal entrenado.
Una zona gris para los derechos humanos y el derecho internacional
Los empleados de las PMF operan en una zona gris en lo referente a derechos humanos y derecho internacional. No son ni civiles ni soldados y jurídicamente, también en caso de asesinatos, quedan fuera de alcance. Para ésto tendrían que ser juzgados en el país donde actuaron criminalmente y por ejemplo en Iraq, ¿quién va a tener el coraje de hacerlo?
Cada vez más, incluso NGOs en Iraq tienen que hacerse proteger por PMF. De esta manera se difuminan los límites entre servicios de protección y acciones militares.
Estas PMF están deviniendo una amenaza y constituyen verdaderos estados dentro del estado, no sólo en los países en guerra sino también en pacíficos países democráticos. Así han delegado tanto NSA como FBI en EEUU importantes atribuciones a PMF para la vigilancia de personas. De esta manera se produce, por un lado, una acumulación de poder y potencial de extorsión y por otro lado, para los estados, una pérdida del derecho exclusivo a su defensa propia.
Superar conflictos y asegurar la paz son factores demasiado importantes como para confiarlos a la lógica económica militar de las firmas privadas.
Como la lógica de los militares en esas firmas va conjuntamente con intereses económicos, no pueden estar realmente interesadas en lograr paz y seguridad, ya que co-existencia pacífica y reconciliación entre los pueblos son contraproductivas para ellas. Habiendo paz las PMF pierden su razón de ser.
Por eso es bienvenida la iniciativa de la consejal Calmy-Rey, de acuerdo con la tradición suiza, de llevar adelante la propuesta de poner a esas firmas privadas militares bajo el ámbito del derecho internacional y de los derechos humanos. •
P. W. Singer: Corporate Warriors. The Rise of the Privatized Military Industry. Cornell University Press, 2003. ISBN 3-86150-758-7.
Rolf Uesseler. Krieg als Dienstleistung – private Militärfirmen zerstören die Demokratie. Berlin 2006 ISBN 3-86153-385-5. (Traducción Horizons et débats)
(Horizons et débats, 23 avril 2007, 7e année, N°15)
http://www.horizons-et-debats.ch/actuel/HD15_20070423_27.htm
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