El cinismo
noviembre 21, 2011
Managua. Por Tomás Borge, Radio La Primerísima. | 20 noviembre de 2011
Escuchamos a Bush las mentiras deliberadas sobre Irak, la mortalidad del cangrejo y otras historietas, con una audacia tan solo posible en la mente de un estúpido o de un perverso o de ambas cosas a la vez.
No hemos oído una sola palabra de Obama para incrementar perspectivas y esperanzas de un cambio hacia América Latina, algo especial sobre la gente de su color o por los humillados emigrantes. Silencio en la noche, aunque nada esté en calma.
Alguna vez —con ingenuidad fronteriza con la tontería— creímos que la empericuetada dama, la señora Clinton, tenía vocación progresista. Se dijo que haría esfuerzos para establecer relaciones con Cuba y hasta que era partidaria de la independencia de Puerto Rico. Si no fuera porque sabemos de su inteligencia, apostaríamos a otros rebuznos cuando habla de Cuba, Venezuela, Irán, Gadafi y otros racimos de sus odios imperiales.
Cuando el canciller de Italia dice como si fuere un poema surrealista: “Bienvenido nuestro gran amigo Gadafi” y, en otro momento, vocifera: “Por fin se hizo justicia con ese asesino”, en el exacto minuto cuando el líder libio es linchado después de una largo atropello con bombas incendiarias de la OTAN (dieciocho mil incursiones aéreas, más bombas de cuantas cayeron en toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial, en un país pequeño y con uno de los desiertos más grande del mundo).
Cuando algún periodista, a todas luces mediocre, extiende sus manos para recibir la limosna de treinta monedas de mil dólares cada una, como premio de sus obscenas calumnias, otorgado por la ultraderecha española.
Cuando en un país cualquiera —Nicaragua por ejemplo— hay elecciones, si gana la derecha, aun cuando el candidato triunfante sea Juan Charrasqueado, la contienda es limpia, democrática y ejemplar, recibiendo el visto bueno de la unión de los buitres del otro lado del Atlántico o de las águilas infames y de los herederos de los Somoza; en cambio, si gana la izquierda, aunque todas las encuestas sin excepción, anuncien la victoria de su candidato, así sea quien ha resucitado la luz, el alfabeto y el pan de cada día, la elección es fraudulenta.
Cuando antes de ir a misa alguien maquina cómo arrebatarle la limosna al ciego de la esquina, se golpea el pecho y pone los ojos en blanco y después ora en el altar de la virgen de Cuapa. Es decir, cuando se es experto en la hipocresía. Cuanto he dicho y otras muchas cosas más que las diré en otro momento, se llama cinismo.
Lo contrario de cuando nos detenemos a compartir la cantimplora con un leproso, como el Cid Campeador, o bien, decimos lo que nos sale del corazón y lloramos con lágrimas no planificadas, con esas de las cuales podemos darle sabor a las ensaladas, por quienes los sacrificaron todo para que fuéramos buenos, sensatos, justos, modestos y sinceros.
Cuanto he dicho se arreglaría si renunciáramos a la arrogancia, a la demagogia, al irrespeto, si nos diera vergüenza mentir hasta por los codos, poner los ojos en blanco y golpearnos el pecho, o acomodarnos incómodos, en la práctica, en los asientos de la derecha, aun cuando nos autollamemos de izquierda.
Aun cuando no es nada fácil, todo tiene arreglo. Al menos en gran medida. Tenemos confianza en los seres humanos y ya hemos iniciado la más larga marcha de la historia hacia el único rincón donde todo será mejor: el socialismo.
Fuente http://www.rlp.com.ni/noticias/general/110325/el-cinismo
http://resistencialibia.info/?p=1126
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