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miércoles, 30 de mayo de 2012

James Petras: A los mercenarios les importa un pito la destrucción de Siria y el asesinato de civiles por la OTAN

El sociólogo estadounidense recomendó ser escépticos ante la cobertura que los grandes medios realizan sobre Siria porque buscan generar las condiciones, creando campañas, con mentiras y masacres, para una intervención militar en este país árabe

El intelectual norteamericano James Petras aseguró en una entrevista con la Radio Centenario de Montevideo, Uruguay, que los gobiernos occidentales “están haciendo todo el esfuerzo, montando campañas de víctimas, de represión del gobierno” para justificar una intervención militar. Para este sociólogo estadounidense, la matanza ocurrida recientemente en la ciudad de Hula, en la provincia de Homs, persigue ese objetivo.

Petras aseguró que según los rusos la mayoría de los asesinados lo fueron por cuchilladas y balas a quemarropa, además de que hay muchos muertos que son leales al gobierno de Al Assad. Agregó: “Yo creo que el modelo para Siria es lo que sucedió en Libia, el único problema es que los rusos y los chinos despertaron y tomaron medidas para bloquear en las Naciones Unidas (ONU) esa ofensiva”.

El sociólogo estadounidense recordó que la oposición mercenaria pide la intervención extranjera: “son mercenarios, piden el bombardeo, ataques de aviación, les importa un pito que la consecuencia sea la destrucción de Siria y el asesinato de civiles, como pasó en Libia”. “En este momento, las fuerzas occidentales están todos concentrados en ayudar esa oposición, con la propaganda para facilitar una decisión en Naciones de Unidas de una ‘intervención humanitaria’, lo que significa un ataque violento, sistemático, por parte de las fuerzas de la OTAN”, denunció.

Para Petras la inmensa mayoría del pueblo sirio rechaza una acción militar contra el país “porque saben las consecuencias, saben lo que pasó en Irak, en Afganistán, en Libia, rechazan la destrucción del país que lo dejaría en una situación primitiva”.

lunes, 9 de abril de 2012

James Petras: En Siria hay una guerra contra un gobierno legítimo

En una entrevista con la Radio Centenario de Montevideo, Uruguay, el sociólogo estadounidense James Petras repasa los últimos acontecimientos en Siria, donde el pueblo y el Gobierno de Al Assad resisten la agresión imperialista

(Reproducimos un fragmento de la entrevista de Petras con Efraín Chury Iribarne)

Siguen estando muy frustrados los países imperialistas y las monarquías absolutistas del Golfo.

En primer instancia estimularon levantamientos, después canalizaron armas, transportan mercenarios de todas partes: de Afganistán, Libia, Sudán, de cualquier lugar donde pescan alguna fuerza islámica, Al-Qaeda, se mandan a Siria a combatir el régimen con la expectación de que el gobierno va a caer.

Pero en vez de caer, el gobierno responde, aplasta a la oposición, captura miles y miles de armas, fusiles, bazookas, ametralladoras. Hay un mostrador que muestra toneladas de armas que canalizaron.

Ahora se reúnen y dice Clinton que “vamos a apoyar con maquinaria y aportes no letales, humanitarios” ¡Qué mierda, qué mentiras! Ya están canalizando mercenarios, armas. Ahora los países del Golfo, reconociendo que son mercenarios, dicen: “nosotros vamos a pagar altos salarios a cualquiera que vaya para luchar”.

Entonces todo está ahora sobre la mesa. Los países occidentales e imperialistas del Golfo abiertamente dicen que están canalizando materiales de guerra a los mercenarios.

Los países del Golfo declaran abiertamente nosotros vamos a pagar a los mercenarios. Turquía está organizando bases de operaciones para los mercenarios. Y mientras tanto la gran mayoría del pueblo no quiere a estos mercenarios, no los apoya. Y entre los opositores internos del régimen tampoco quieren un conflicto armado que destruya al país. Entonces se quedan aislados.

Últimamente Al-Assad ha tenido la suerte de aplastar estas fuerzas y estamos en eso. Ahora, lo único que puede salvar a estos mercenarios es lo que pasó en Libia que intervienen con aviones de guerra, con bombardeos, con asesores de fuerzas especiales que ya operan.

Hay indicaciones de que Inglaterra, Francia y Estados Unidos han mandado fuerzas especiales como asesores en este tipo de conflicto. Entonces es una guerra del Golfo del imperialismo y Al- Qaeda contra un gobierno secular, legítimo de Siria.

¡Pero los medios aquí están dando una campaña propagandística tan vergonzosa! Por ejemplo dicen que Siria debe dejar de utilizar la violencia, pero no dicen que la oposición que está usando todo tipo de armas debe dejar de atacar. ¿Y qué debe hacer el gobierno, cruzar los brazos mientras los mercenarios con armas toman control de las ciudades y aterrorizan a la población? Es absurdo, es algo tan infantil como la BBC, el Financial Times o New York Times diciendo cada día que Al-Assad está violando el acuerdo con Annan porque no deja de atacar.

Pero ¿qué debe hacer cuando la oposición sigue atacando con armas en manos, destruyendo pueblos, destruyendo y atacando a las fuerzas de seguridad, poniendo bombas en los edificios? Es una cosa casi surrealista. La prensa occidental a favor de los mercenarios tratan de desarmar el régimen y utilizan el legítimo derecho de autodefensa del gobierno como pretexto para una escalada de guerra.

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http://resistencialibia.info/

sábado, 7 de abril de 2012

El sangriento camino hacia Damasco La guerra de la triple alianza contra un Estado soberano

Mientras que la maquinaria mediática del dispositivo occidental para la guerra en Siria conforma su versión de los sucesos a la propaganda de la OTAN, la realidad documentada de los hechos sobre el terreno es muy diferente. Para el profesor norteamericano James Petras, no se trata de una guerra civil sino de un ataque coordinado llevado a cabo por una coalición internacional. El gobierno sirio no reprime a manifestantes pacíficos sino combate a grupos armados de mercenarios de Al-Qaida.


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Algunas de las armas abandonadas por los mercenarios de Al-Qaida durante la liberación del barrio de Baba-Amro a Homs, Siria.

Existen pruebas claras y contundentes de que el levantamiento para derrocar al presidente al-Assad de Siria es un violento robo de poder dirigido por combatientes apoyados desde el exterior que han matado y herido a miles de soldados, policías y civiles sirios, a partidarios del gobierno y de su oposición pacífica.

La indignación expresada por los políticos de Occidente y de los Estados del Golfo y en los medios de comunicación sobre el asesinato de pacíficos ciudadanos sirios que protestaban por la injusticia está cínicamente planificada para encubrir los informes documentados de la toma violenta de barrios, pueblos y ciudades a manos de bandas armadas que blanden ametralladoras y colocan bombas en las márgenes de los caminos.

La agresión a Siria está respaldada por fondos, armas y formación extranjeros. Sin embargo, debido a la falta de apoyo interno, y para tener éxito, será necesaria la intervención militar extranjera directa. Por esa razón se ha montado una enorme campaña de propaganda y diplomática con el fin de demonizar al legítimo gobierno sirio. El objetivo es imponer un régimen títere y reforzar el control imperial occidental en Oriente Próximo. A corto plazo, ello aislará aún más a Irán en la preparación para un ataque militar de Israel y de Estados Unidos y a la larga, eliminará otro régimen laico independiente amigo de China y Rusia.

Con el fin de movilizar el apoyo del mundo a esta toma de poder financiada por Occidente, Israel y los Estados del Golfo, se han utilizado diversos ardides propagandísticos que justifiquen otra violación flagrante de la soberanía de un país tras su exitosa destrucción de los gobiernos laicos de Iraq y Libia.

El contexto más amplio: la agresión en serie

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El seudo intelectual francés Bernard Henry Lévy (izquierda) en compañía de sus compatriotas Laurent Fabius (centro) y Bernard Kouchner, alias "french doctor", respectivamente predecesor y posible sucesor del ministro de Relaciones Exteriores francés Alain Juppé, reunidos durante un meeting para una Siria "democrática", el 4 de julio de 2011. Estuvo ausente el líder centrista francés François Bayrou quien dejó un mensaje grabado. Este lobby logró convencer y hacer jurar a toda una asamblea, en la cual estaba incluso la responsable del partido ecologista, la Sra. Cécile Duflot, para una "democratización" de Siria bajo modelo aplicado en Libia.

La actual campaña occidental contra el régimen independiente de al-Assad en Siria forma parte de una serie de ataques contra los movimientos pro democracia y contra los regímenes independientes desde el Norte de África hasta el Golfo Pérsico. La respuesta imperial-militarista al movimiento democrático egipcio que derrocó la dictadura de Mubarak ha sido respaldar la toma de poder de la Junta militar y la campaña criminal de encarcelar, torturar y asesinar a más de 10.000 manifestantes a favor de la democratización.

Enfrentados a movimientos populares democráticos similares a los [de otras partes] del mundo árabe, los dictadores autocráticos del Golfo apoyados por Occidente aplastaron sus respectivos levantamientos en Bahréin, Yemen y Arabia Saudí. La agresión se extendió al gobierno laico de Libia, donde potencias de la OTAN lanzaron un bombardeo aéreo y marítimo masivo en apoyo de las bandas armadas de mercenarios destruyendo con ello la economía y la sociedad civil de Libia.

El despliegue de mercenarios mafiosos armados condujo a un ataque despiadado contra la vida urbana en Libia y a la devastación del campo. Las potencias de la OTAN eliminaron al régimen laico del coronel Gadafi y a él mismo asesinándolo y mutilándolo con sus mercenarios. La OTAN supervisó las lesiones, el encarcelamiento, la tortura y la eliminación de decenas de miles de civiles partidarios de Gadafi y funcionarios del gobierno. La OTAN respaldó al régimen títere cuando éste se embarcó en un sangriento pogromo contra ciudadanos libios de ascendencia africano-subsahariana, así como contra trabajadores inmigrantes africano-subsaharianos —grupos que se habían beneficiado de los generosos programas sociales de Gadafi. La política imperial de arruinar y gobernar en Libia sirve de “modelo” para Siria: crear las condiciones para un levantamiento popular dirigido por los fundamentalistas musulmanes, financiados y entrenados por mercenarios occidentales y los Estados del Golfo.

El sangriento camino de Damasco a Teherán

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La Secretaria de Estado de EEUU, la Sra. Hillary Clinton, en compañía de sus homólogos extranjeros, el jeque Abdullah Bin Zayed Al-Nahyan de los Emiratos Árabes Unidos, el Sr. William Hague, del Reino Unido y Ahmet Davutoglu y de Turquía, pidiendo intervención "humanitaria" en la conferencia de "Amigos de Siria" 24 de febrero de 2012.

De acuerdo con el Departamento de Estado, el camino a Teherán pasa por Damasco: el objetivo estratégico de la OTAN es destruir al principal aliado de Irán en Oriente Próximo; para las monarquías absolutistas del Golfo el propósito es reemplazar una república laica por una dictadura teocrática vasalla; para el gobierno turco el propósito es fomentar un régimen dócil a los dictados de la versión del capitalismo islámico de Ankara; para al-Qaida y los aliados fundamentalistas salafistas y wahabíes, un régimen teocrático suní despojado de sirios laicos, alawíes y cristianos servirá como trampolín para proyectar poder en el mundo islámico; y para Israel, una Siria ensangrentada y dividida garantizará aún más su hegemonía regional. No fue sin previsión profética que el sionista por antonomasia estadounidense, senador Joseph Lieberman, exigiera días después del ataque de al-Qaida del 11-S de 2001: “Primero tenemos que ir a por Irán, Iraq y Siria” antes de considerar quiénes eran los verdaderos autores de los hechos.

Las fuerzas armadas anti-sirias reflejan una variedad de perspectivas políticas en conflicto ligadas únicamente por su odio común al régimen nacionalista, laico e independiente que ha gobernado la compleja y multiétnica sociedad siria durante décadas. La guerra contra Siria es la principal plataforma de lanzamiento para un resurgimiento del militarismo occidental que se extienda desde el Norte de África hasta el Golfo Pérsico, apoyada por una campaña sistemática de propaganda que proclama la misión democrática, humanitaria y “civilizadora” de la OTAN en nombre del pueblo sirio.

El camino a Damasco está lleno de mentiras

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Combatientes del «Ejército Sirio Libre» (ASL). Integrado principalmente por mercenarios y fanáticos, financiados por las fuerzas armadas de Qatar, armados por parte de Turquía y dirigidos por Francia y Gran Bretaña, no es un ejército de Siria, ni libre.

Un análisis objetivo de la composición política y social de los principales combatientes armados en Siria desmiente cualquier afirmación de que el levantamiento persiga la democracia para el pueblo de ese país. La columna vertebral de la insurrección está integrada por combatientes fundamentalistas autoritarios. Los propios Estados del Golfo que financian a estos matones brutales son monarquías absolutistas. Tras haber endosado un brutal régimen de gánsteres al pueblo de Libia, Occidente no puede reclamar ninguna “intervención humanitaria”.

Los grupos armados se infiltran en las ciudades y se sirven de los centros de población como escudos desde los que lanzan sus ataques contra las fuerzas del gobierno. En el proceso, expulsan a miles de ciudadanos de sus hogares, tiendas y oficinas que utilizan como puestos militares avanzados. La destrucción del barrio de Baba Amro en Homs es un caso clásico de bandas armadas que utilizan a civiles como escudos y como carne de cañón para la propaganda en la demonización del gobierno.

Esos mercenarios armados no tienen credibilidad nacional entre la masa del pueblo sirio. Una de sus principales fábricas de propaganda se encuentra en el corazón de Londres, el denominado “Observatorio Sirio de Derechos Humanos”, desde donde se coordina estrechamente con los servicios de inteligencia británicos produciendo historias espeluznantes y atroces para agitar el sentimiento a favor de una intervención de la OTAN. Los reyes y los emires de los Estados del Golfo proporcionan estos combatientes. Turquía proporciona las bases militares y controla el flujo transfronterizo de armas y el movimiento de los dirigentes del llamado “Ejército Sirio Libre”.

Estados Unidos, Francia e Inglaterra ofrecen las armas, el entrenamiento y la cobertura diplomática. Yihadistas fundamentalistas extranjeros, incluyendo combatientes de al-Qaida en Libia, Iraq y Afganistán, han entrado en el conflicto. Esto no es una “guerra civil”. Es un conflicto internacional que enfrenta a una infame triple alianza de los imperialistas de la OTAN, los déspotas de los Estados del Golfo y fundamentalistas musulmanes en contra de un régimen nacionalista laico independiente.

El origen extranjero de las armas, de la maquinaria de propaganda y de los combatientes mercenarios revela el siniestro carácter imperial y “multinacional” del conflicto. En última instancia el violento levantamiento contra el Estado sirio supone una campaña imperialista sistemática para derrocar a un aliado de Irán, de Rusia y de China, aun a costa de destruir la economía y la sociedad civil de Siria, de fragmentar el país y de desencadenar prolongadas guerras sectarias de exterminio contra las minorías alawíes y cristianas, así como contra los partidarios del gobierno laico.

Los asesinatos y la huida masiva de refugiados no son el resultado de la violencia gratuita cometida por un Estado sirio sediento de sangre. Las milicias respaldadas por Occidente han cercado barrios por la fuerza de las armas, destruido oleoductos, saboteado el transporte y bombardeado edificios gubernamentales. En el curso de sus ataques han desbaratado servicios básicos esenciales para el pueblo sirio como la educación, el acceso a la atención médica, la seguridad, el agua, la electricidad y el transporte.

Por lo tanto, en ellos recae la mayor parte de la responsabilidad por esta “catástrofe humanitaria” (de la que sus aliados imperiales y los funcionarios de la ONU culpan a la seguridad y a las fuerzas armadas sirias). Las fuerzas de seguridad sirias están combatiendo para preservar la independencia nacional de un Estado laico, mientras que la oposición armada ejerce violencia en nombre de sus amos extranjeros que le pagan desde Washington, Riad, Tel Aviv, Ankara y Londres.

Conclusiones

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El proyecto de reforma constitucional sometido a referéndum por el actual presidente sirio Bashar al-Assad fue aprobado por casi el 90% de los votos emitidos. 57,4% de los votantes acudieron a las urnas, más de 8 millones de sirios. Esta cantidad de votantes participando en estas votaciones fue la elección más importante realizada desde hace 60 años.

El referéndum al régimen de al-Assad el mes pasado atrajo a millones de votantes sirios desafiando las amenazas imperialistas occidentales y los llamamientos terroristas de boicot. Ello indica claramente que la mayoría de los sirios prefieren una solución pacífica y negociada, y que rechazan la violencia mercenaria. El Consejo Nacional Sirio respaldado por Occidente y el “Ejército Sirio Libre” armado por Turquía y por los Estados del Golfo han rechazado de plano los llamamientos de Rusia y China para un diálogo abierto y negociaciones que el régimen de al-Assad ha aceptado.

La OTAN y las dictaduras de los Estados del Golfo están empujando a sus representantes a luchar por un violento “cambio de régimen”, una política que ya ha causado la muerte de miles de sirios. Las sanciones económicas de Estados Unidos y Europa están diseñadas para destruir la economía siria a la espera de que la intensa privación impulse a una población empobrecida a los brazos de sus violentos subsidiarios. En una repetición del escenario de Libia, la OTAN propone “liberar” al pueblo sirio destruyendo su economía, su sociedad civil y su Estado laico.

Una victoria militar occidental en Siria únicamente alimentará el creciente frenesí del militarismo. Alentará a Occidente, a Riad y a Israel a provocar una nueva guerra civil en Líbano. Después de destruir Siria, el eje Washington-UE-Riad-Tel Aviv avanzará a una confrontación mucho más sangrienta contra Irán.

La horrible destrucción de Iraq, seguida del colapso posbélico de Libia proporciona un patrón aterrador de lo que le espera al pueblo sirio: un abrupto desmoronamiento de su nivel de vida, la fragmentación de su país, la depuración étnica, el gobierno sectario y fundamentalista de bandas mafiosas y la inseguridad total de la vida y de la propiedad.

Al igual que los “izquierdistas” y “progresistas” declararon que el brutal ataque despiadado contra Libia era la “lucha revolucionaria de demócratas insurgentes” alejándose después y lavándose las manos de la sangrienta secuela que ha dejado la violencia étnica contra los libios negros, repiten los mismos llamamientos a favor de una intervención militar contra Siria.

Los mismos liberales, progresistas, socialistas y marxistas que están pidiendo a Occidente que intervenga en la “crisis humanitaria” de Siria desde sus cafés y sus oficinas en Manhattan y en París, perderán todo interés por la orgía sangrienta de sus victoriosos mercenarios después de que Damasco, Alepo y otras ciudades sirias hayan sido bombardeadas por la OTAN hasta la rendición.

Fuente: James Petras / Red Voltaire.
Traducción de Loles Oliván.

Leer también: James Petras: La revuelta árabe y el contraataque imperialista (en inglés), Clarity Press: Atlanta 2012, segunda edición.

http://www.voltairenet.org/La-guerra-de-la-triple-alianza

martes, 22 de febrero de 2011

Egipto: los movimientos sociales, la CIA y el Mossad

James Petras
Rebelión

Traducido por S. Seguí


Los límites de los movimientos sociales


Los movimientos de masas que obligaron a la retirada de Mubarak revelan a la vez la fortaleza y las debilidades de los levantamientos espontáneos.

Por una parte, los movimientos sociales han demostrado su capacidad para movilizar a cientos de miles de personas, quizás millones, en una exitosa lucha sostenida que culminó con el derrocamiento del dictador de una manera que los partidos de oposición y las personalidades preexistentes no pudieron o no quisieron hacer.

En cambio, por otra parte, a falta de un liderazgo político nacional, los movimientos no fueron capaces de tomar el poder político y hacer realidad sus demandas, lo que permitió a los altos mandos militares de Mubarak tomar el poder y definir el post mubarakismo, garantizando la continuidad de la subordinación de Egipto a los EE.UU., la protección de la riqueza ilícita del clan Mubarak (70 millones de dólares), el mantenimiento de las numerosas empresas en propiedad de la élite militar y la protección de las clases altas.

Los millones de personas movilizados por los movimientos sociales para derrocar a la dictadura han sido excluidos en la práctica por la nueva junta militar, autoproclamada “revolucionaria”, a la hora de definir las instituciones y las políticas, por no hablar de las reformas socioeconómicas necesarias para atender las necesidades básicas de la población (el 40% de la población vive con menos de dos dólares al día y el desempleo juvenil asciende a más de 30%). Egipto, como en el caso de los movimientos sociales y estudiantiles populares contra las dictaduras de Corea del Sur, Taiwán, Filipinas e Indonesia, es una demostración de que la falta de una organización política de ámbito estatal permite que personajes neoliberales y conservadores “de oposición” reemplacen al régimen. Estos personajes proceden a establecer un régimen electoral que continúe sirviendo a los intereses imperiales dependientes y defienda el aparato estatal existente. En algunos casos, sustituyen a los viejos compinches capitalistas por otros de nuevo cuño. No es casual que los medios de comunicación alaben la “espontánea” naturaleza de las luchas (no las demandas socioeconómicas) y presenten bajo una luz favorable el papel de los militares (sin tener en cuenta los 30 años en los que han sido un baluarte de la dictadura). Las masas son alabadas por su “heroísmo” y los jóvenes por su “idealismo”, pero en ningún caso se les reconoce como actores políticos centrales en el nuevo régimen. Una vez caída la dictadura, los militares y la oposición electoralista “celebraron” el éxito de la revolución y se movieron rápidamente para desmovilizar y desmantelar el movimiento espontáneo, con el fin de dar paso a las negociaciones entre los políticos liberales electoralistas, Washington y la élite militar en el poder.

Mientras la Casa Blanca puede tolerar o incluso fomentar movimientos sociales que conduzcan al derrocamiento (“sacrificio”) de las dictaduras, tienen todo el interés en preservar el Estado. En el caso de Egipto, el principal aliado estratégico del imperialismo de EE.UU., no es Mubarak, es el ejército, con el que Washington ha estado en constante colaboración antes, durante y después del derrocamiento de Mubarak, asegurándose que la “transición” a la democracia (sic) garantice la permanente subordinación de Egipto a los intereses y las políticas para Oriente Próximo de EE.UU. e Israel.

La rebelión del pueblo: los fracasos de la CIA y el Mossad

La revuelta árabe demuestra una vez más varios fallos estratégicos en instituciones tan cacareadas como la policía secreta, las fuerzas especiales y las agencias de inteligencia de EE.UU., así como en el aparato estatal israelí, ninguno de los cuales fue capaz de prever, no digamos ya intervenir, para evitar esta exitosa movilización e influir en las políticas de sus gobiernos hacia los gobernantes lacayos que estaban en peligro.

La imagen que la mayoría de escritores, académicos y periodistas proyectan de la imbatibilidad del Mossad israelí y de la omnipotente CIA ha sido sometida a una dura prueba, con su fracaso en reconocer el alcance, la profundidad y la intensidad del movimiento de millones de personas que ha derrocado la dictadura de Mubarak. El Mossad, orgullo y alegría de los productores de Hollywood, presentado como un “modelo de eficiencia” por sus bien organizados compañeros de viaje sionistas, no fue capaz de detectar el crecimiento de un movimiento de masas en un país vecino. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se mostró sorprendido (y consternado) por la precaria situación de Mubarak y el colapso de su cliente árabe más prominente, precisamente a causa de errores de inteligencia del Mossad. Del mismo modo, a Washington, con sus 27 organismos de inteligencia además del Pentágono, lo pillaron desprevenido, a pesar de los centenares de miles de agentes pagados y sus presupuestos de miles de millones de dólares, los masivos levantamientos populares y los movimientos emergentes.

Varias observaciones teóricas se imponen. Se ha demostrado que la idea de unos gobernantes ferozmente represivos que reciben miles de millones de dólares de ayuda militar de EE.UU. y que cuentan con cerca de un millón de policías, militares y paramilitares para garantizar la hegemonía imperial no es infalible. La suposición de que mantener vínculos a gran escala y largo plazo con tales gobernantes dictatoriales salvaguarda los intereses imperiales de EE.UU. ha sido refutada.

El globo de la arrogancia de Israel y la presunción de superioridad judía en materia de organización, estrategia y política sobre “los árabes”, ha sido seriamente pinchado. El Estado de Israel, sus expertos, sus agentes encubiertos y sus académicos de las mejores universidades estadounidenses permanecieron ciegos a las realidades emergentes, ignorantes de la profundidad del descontento e impotentes para evitar la oposición masiva a sus clientes más valiosos. Los publicistas de Israel en EE.UU., que no suelen resistirse a cualquier oportunidad de glosar la “brillantez” de las fuerzas de seguridad de Israel tanto si se trata de asesinar a un líder árabe en Líbano o Dubai o bombardear una instalación militar en Siria, se quedaron temporalmente sin habla.

La caída de Mubarak y el posible surgimiento de un gobierno independiente y democrático significarían que Israel podría perder su principal aliado policial. Una opinión pública democrática no va a cooperar con Israel en el mantenimiento del bloqueo de Gaza ni condenar a los palestinos a morir de hambre para quebrar su voluntad de resistir. Israel no podrá contar con un gobierno democrático para respaldar sus violentas ocupaciones de tierras en Cisjordania y su régimen títere palestino. Tampoco podría contar EE.UU. con un Egipto democrático para respaldar sus intrigas en Líbano, sus guerras en Iraq y Afganistán o sus sanciones contra Irán. Por otra parte, el levantamiento de Egipto ha servido de ejemplo para otros movimientos populares contrarios a otras dictaduras clientes de EE.UU. en Jordania, Yemen y Arabia Saudí. Por todas estas razones, Washington apoyó el golpe militar con el fin de dar forma a una transición política de acuerdo con su gusto y sus intereses imperiales.

El debilitamiento del principal pilar del poder imperial de EE.UU. y del poder colonial israelí en el Norte de África y Oriente Próximo ponen de manifiesto el papel esencial de los regímenes colaboradores del Imperio. El carácter dictatorial de estos regímenes es un resultado directo del papel que desempeñan en defensa de los intereses imperiales. Y los grandes paquetes de ayuda militar que corrompen y enriquecen a las élites dominantes son las recompensas por su buena disposición a colaborar con los estados imperiales y coloniales. Dada la importancia estratégica de la dictadura egipcia, ¿cómo explicar el fracaso de las agencias de inteligencia de EE.UU. e Israel para anticipar las revueltas?

Tanto la CIA como el Mossad colaboraron estrechamente con los servicios secretos de Egipto y se basaron en ellos para su información, confiando en sus conformistas informes, según los cuales todo estaba bajo control. Los partidos de oposición son débiles, están diezmados por la infiltración y la represión, sus militantes languidecen en la cárcel o sufren fatales “ataques al corazón” a causa de severas “técnicas de interrogatorio”, afirmaban. Las elecciones fueron manipuladas para elegir a los clientes de EE.UU. e Israel, de modo que no hubiera sorpresas democráticas en el horizonte inmediato o a medio plazo.

Los servicios secretos egipcios son entrenados y financiados por agentes israelíes y estadounidenses, y tienen una natural tendencia a complacer la voluntad de sus amos. Eran tan obedientes para producir informes que complacieran a sus mentores, que ignoraban cualquier información sobre un creciente malestar popular o la agitación vía Internet. La CIA y el Mossad estaban tan incrustados en el vasto aparato de seguridad de Mubarak que fueron incapaces de obtener cualquier otra información sobre los movimientos populares, descentralizados y florecientes, todos ellos movimientos independientes de la oposición electoral tradicional que controlaban.

Cuando los movimientos de masas extraparlamentarios estallaron, el Mossad y la CIA contaban con el aparato estatal de Mubarak para tomar el control a través de la típica operación de la zanahoria y el palo: dar concesiones simbólicas transitorias y sacar a la calle al ejército, la policía y los escuadrones de la muerte. A medida que el movimiento crecía de decenas de miles a cientos de miles y a millones de personas, el Mossad y los principales congresistas estadounidenses partidarios de Israel instaban a Mubarak a “aguantar”. La CIA se limitó a presentar a la Casa Blanca los perfiles políticos de funcionarios militares fiables y de personajes políticos flexibles, “de transición”, dispuestos a seguir los pasos de Mubarak. Una vez más, la CIA y el Mossad demostraron su dependencia del aparato estatal egipcio para conseguir información sobre quién podría representar una alternativa viable pro estadounidense e israelí, haciendo caso omiso de las exigencias elementales de las masas. El intento de cooptar a la vieja guardia electoralista de los Hermanos Musulmanes a través de negociaciones con el vicepresidente general Omar Suleiman fracasó, en parte debido a que los Hermanos Musulmanes no tenían el control del movimiento y en parte debido a que Israel y sus seguidores estadounidenses se opusieron. Por otra parte, el ala juvenil de los Hermanos presionó para que la organización se retirara de las negociaciones.

Los fallos en materia de inteligencia complicaron los esfuerzos de Washington y Tel Aviv de sacrificar el régimen dictatorial para salvar el Estado: ni la CIA ni el Mossad tenían vínculos con ninguno de los nuevos líderes emergentes. Los israelíes no pudieron hallar ningún “nuevo rostro” que tuviera un seguimiento popular y que estuviera dispuesto a desempeñar el poco decoroso papel de colaborador de la opresión colonial. La CIA había estado totalmente comprometida en el uso de los servicios secretos egipcios para torturar a sospechosos de terrorismo (las “entregas extraordinarias”) y en la vigilancia de los países árabes vecinos. Como resultado, tanto Washington como Israel buscaron y promovieron el golpe militar para adelantarse a una mayor radicalización.

En última instancia el fracaso de la CIA y el Mossad para detectar y prevenir el surgimiento del movimiento democrático popular pone de manifiesto la precariedad de las bases del poder imperial y colonial. A largo plazo, no son las armas, los miles de millones de dólares, la policía secreta, ni las cámaras de tortura las que deciden la historia. Las revoluciones democráticas se producen cuando la gran mayoría de un pueblo se alza y dice “basta”, toma las calles, paraliza la economía, desmantela el Estado autoritario y exige libertad e instituciones democráticas sin la tutela imperial o la sumisión colonial.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122735