EUGENIO GARCÍA GASCÓN - Jerusalén - 01/11/2007
La segunda guerra de Líbano, que libraron Israel y Hizbolá en el verano de 2006, tuvo muchos frentes y no todos están cerrados. El conflicto suscitó en Israel una serie de incómodas preguntas que 16 meses después no se han contestado satisfactoriamente.
Un buen ejemplo son los trabajos de la comisión Winograd que investiga los errores del Gobierno y el Ejército israelíes y que todavía no han concluido.
Esta semana la Kneset ha debatido otra cuestión, la campaña mediática que los líderes hebreos llevaron a cabo durante el conflicto. A la luz de un comité del Parlamento, la campaña fue un fracaso.
Esta opinión no debe sorprender. Un sondeo que se realizó en Israel hacia el final de la guerra reveló que los israelíes daban mayor credibilidad al secretario general de Hizbolá, Hasan Nasrallah, que a su primer ministro, Ehud Olmert, a pesar de que este último hacía declaraciones a diario y Nasrallah apenas habló para la televisión en dos o tres ocasiones.
Un comité de la Kneset ha elaborado un informe en el que se determina que los responsables israelíes “no consiguieron responder de una manera efectiva y certera a la campaña de Hizbolá”, a pesar de tener a su alcance el apoyo de un Estado que ha desarrollado al máximo desde hace muchas décadas la hasbara.
Hasbara es una palabra hebrea que literalmente significa “explicación” pero que a menudo se traduce como “propaganda” o, en una versión más sutil, como “relaciones públicas”. Israel ha dado durante años una gran importancia a la hasbara no sólo en el interior del país sino también de cara al exterior.
El comité cree que los mensajes de Nasrallah fueron más efectivos porque el secretario general de Hizbolá fue el único representante de su movimiento que los hizo.
Frente a él, una multitud de líderes israelíes hablaban a diario sin descanso desde la mañana a la noche.
Por este motivo, la población israelí no atribuía a las profusas declaraciones de sus líderes el mismo valor que otorgaba a Nasrallah.
Pronósticos fallidos
Además, mientras los líderes israelíes afirmaban cosas que posteriormente no ocurrían, todos los pronósticos que hacía Nasrallah se terminaban cumpliendo.
Al frente del comité de estudio de la Kneset ha estado la coronel Amira Dotan, quien durante los últimos meses ha entrevistado a fondo a los responsables civiles y militares de la hasbara así como a expertos en ajenos al poder.
En relación al Ministerio de Exteriores, Dotan afirma que sus responsables no estaban preparados para la guerra y aunque trabajaron intensamente para defender los intereses de Israel en el extranjero, no lo consiguieron debido a que carecían de unas directrices adecuadas. Además, conforme la guerra se fue extendiendo en el tiempo, no sabían muy bien cómo manejar la situación.
El informe también reprocha el comportamiento de algunos responsables militares y del estamento político, especialmente porque al principio de la guerra crearon unas expectativas ante la opinión pública que luego no pudieron cumplir.
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