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domingo, 30 de octubre de 2011

Libia E Irak: El Precio Del Éxito


Libia E Irak: El Precio Del Éxito

Octubre 30, 2011 Por Domingo Schiavoni

Domingo SchiavoniEl periodista George Freeman, un analista político de fuste que testea diariamente, mediante encumbradas fuentes de la Casa Blanca y del Pentágono, el comportamiento de la administración Obama, ha llegado a una certera explicación acerca de que porqué Rusia y China vetaron las medidas “preventivas” contra Siria y no hicieron lo mismo con Libia.

En una semana, cuando la crisis europea se continuaba construyendo, la Casa Blanca escogió enfocarse públicamente en anuncios sobre el fin de las guerras. Se decía que la muerte de Muamar al Kaddaffi marcaba el fin de la guerra en Libia, y abundó la excitación sobre una nueva Libia democrática.

Recordando a Irak, la Casa Blanca transformó la negativa del gobierno irakí a permitir a las tropas americanas permanecer en una decisión tomada por Washington en lugar de un desaire iraquí. Aunque en ambos casos había un sentido idéntico de “misión cumplida,” la materia no era casi como un claro-corte. El retiro de Irak crea complejidades estratégicas enormes en lugar de cerrarlas. Mientras las complejidades en Libia son reales pero escasamente estratégicas, los dos eventos comparten ciertas características y son instructivos.

En su interesante investigación Freeman comienza con la Libia que queda después del asesinato de su incuestionado líder. Es el evento menor -sostiene- porque Kaddaffi pudo ser apresado y muerto recién después de siete meses de intervención de la OTAN y la canalla local, que en realidad fueron –y aún lo son- mercenarios de la peor estofa y se adjudicó la falaz condición de resistencia o rebeldía revolucionaria contra su gobierno. Eso que tomó tanto tiempo para ocurrir, dado que la intervención involucró mucho más que golpes aéreos, incluso fuerzas de operaciones especiales en señalar blancos de tierra para ataques aéreos, entrenar tropas de Libia, manejar logísticas, vigilar comunicaciones y planificación y en momentos organizar y liderar insurgentes de Libia en batalla. Quizás esta longitud de tiempo era el resultado de una estrategia diseñada para minimizar bajas a costa de prolongar la guerra. Alternativamente, eso que tomó siete meses para lograr esta meta podría reflejar la magnitud de la división de los insurgentes, un entrenamiento pobre y una grave incompetencia guerrera.

Sea cual sea la razón, la pregunta más importante es lo que OTAN piensa que ha logrado con la muerte de Kaddaffi, como por ejemplo manifestar su satisfacción ante un crimen que podía ser posible consumar. El Consejo de Transición Nacional (NTC), esa suerte de organización paraguas potenciada para contener los insurgentes, no está en ninguna posición de gobernar Libia por cualquier ideología, permitida exclusivamente a través de la democracia constitucional. Kaddaffi y sus partidarios gobernaron Libia durante 42 años, en el marco de lo que podría calificarse como una revolución permanente; pero las únicas personas en el NTC con alguna experiencia de gobierno ganaron esa experiencia como ministros o funcionarios menores en el gobierno del coronel abatido en forma tan salvaje.

Alguno -especula Freeman- puede haber cambiado de lado de principio, pero la sospecha más firme es que la mayoría desertó para salvarse. Mientras los medios de comunicación han retratado muchos de estos ex-ministros como antagonistas de Kaddaffi, cualquiera que lo sirvió era cómplice de sus denunciados crímenes. Estos individuos probablemente sólo servirán para traer la reforma a Libia y lo más probable es que constituyan el centro de un nuevo estado, siendo -como son- los únicos y escasísimos libios que saben lo que significa administrar una nación.

Alrededor de ellos hay una serie de tribus que viven entre sí en grados variantes de tensión y hostilidad e islamistas radicales cuyo número y capacidades son desconocidos, pero cuyo acceso a las armas puede asumirse. Es también seguro admitir que la mayoría de esas armas, de varios tipos de letalidad, estarán en breve en el mercado negro en la región, como ya puede estar ocurriendo en estos momentos. La simpleza de algunas interpretaciones de “expertos” es en verdad alarmante: Muamar no gobernó durante 42 años sin apoyo sustancial, como sugiere la tenacidad de aquéllos que lucharon en su nombre. (La defensa de Sirte bien podría describirse como fanática). El coronel está ya muerto y enterrado, pero no todos sus partidarios lo están.

Y hay otros elementos dentro del país que pueden no ser partidarios de Kaddaffi pero que pueden estar no menos interesado en resistirse a aquéllos que están intentando tomar los cargos, y también se están resistiendo a cualquier prebenda para aceptar el respaldo de las potencias occidentales. Como con la conquista de Bagdad en 2003, lo que no era anticipado -pero no debía dejar de haberlo sido- era que una variedad de grupos se resistiría a los nuevos líderes y les librarían una franca guerra de guerrillas.

Bagdad no logró enseñar a Washington que esa fuerza aplastante debe llevarse en cualquier invasión hasta que toda la oposición sea eliminada.

Por otra parte, antagonistas de la ocupación extranjera -junto con elementos nativos con un rencor racial contra otros nativos- son bastante capaces de crear caos.

Si miramos la lista de miembros de NTC e intentamos imaginarlos cooperando entre sí y cuando nosotros consideramos el número de partidarios de Kaddaffi -ahora mártir- que están ahora desesperados con poco que perder, el camino a la democracia constitucional estable o atraviesa la ocupación de OTAN (extraoficial, por supuesto) o va a deber hacerlo a través de un periodo de intenso caos. Probablemente el curso adelante es una presencia de OTAN suficiente para enfurecer a las personas de Libia pero insuficiente para intimidarlos. Y Libia no es un país estratégico. Ni es grande en población ni un pivote geográficamente. Sí tiene petróleo, como a todos les gusta señalar, y eso le hace atrayente. Pero no está claro que la presencia de petróleo aumente la tendencia hacia la estabilidad. Cuando nosotros miramos atrás en Irak, un país rico en petróleo, simplemente el petróleo se volvió otro problema contencioso en una galaxia de problemas contenciosos.

El anuncio del presidente Barack Obama de un retiro americano completo de Irak nos da un sentido de qué yace al final del túnel de la contrainsurgencia. Debe entenderse que Obama no quiso un retiro total. Hasta sólo unas semanas antes del anuncio, él estaba buscando maneras de mantener algunas tropas en la región kurda de Irak.

Considérese el contraste de Libia con Siria. En los últimos meses, la oposición siria ha fallado completamente al intentar el régimen del presidente Bashar al Assad.

Muchos de los informes recibidos sobre Siria se originan de los elementos anti-Assad fuera de Siria que dibujan irresponsablemente un cuadro del derrumbe inminente del régimen. Esto simplemente no ha pasado, principalmente porque el ejército de al Assad es fiel y bien organizado y la oposición es pobremente organizada y débil. La oposición podría tener apoyo extenso, pero el sentimiento no derrota tanques.

Sólo cuando Kaddaffi estaba al borde de la victoria cuando OTAN intervino, el régimen sirio no aparecía cerca del derrumbe. Es difícil imaginar a la OTAN interviniendo en un país lindante a Turquía, Irak, Jordania, Israel y Líbano dado el riesgo sustancial de crear caos regionales. En contraste, Kaddaffi fue aislado política y geográficamente. Siria estaba cerca de Irán antes del levantamiento. Irán fue quien más hizo a favor del régimen sirio. Si al Assad sobrevive esta crisis, su buena voluntad para colaborar con Irán sólo se intensificará.

Por tanto, si el retiro americano en Irak produce sustancial influencia iraní en Irak, y al Assad no se cae, entonces el equilibrio de poder en la región cambia completamente. Esto dará lugar a un arco contiguo de influencia iraní -que ya tiene poderío nuclear-, que se estira desde el Golfo Pérsico al Mar Mediterráneo, y que corre a lo largo de la frontera norte de Arabia Saudita y a lo largo de la longitud de la frontera sur de Turquía.

También la influencia iraní impactará directamente por primera vez en la frontera norte de Israel. Lo que los sauditas, turcos e israelíes harán sobre ésto es incierto. Como es igualmente incierto si los iraníes se aprovecharían de su posición.

Todas estas complejidades tornan absolutamente improcedente hablar del franco éxito occidental de esta guerra tan tornadiza y poco ortodoxa. Hoy día hay mas libios peregrinando al corazón del desierto para venerar la tumba de su líder, a cualquier hora del día o de la noche, que probos y pacíficos ciudadanos festejando a los salvadores de la tiranía, que no podrán explicarse jamás la contradictoria reacción del pueblo. Los soberbios y encopetados generales norteamericanos de cinco estrellas y los soberbios mariscales franceses olvidaron la lección elemental del mayor estratega bélico de la historia, el olvidado Sun Tzu: “Lo primero que debes hacer si quieres hacer una guerra es conocer al enemigo”.

Domingo Schiavoni

Director – Asesor de Redacción – Editorialista

Periodista, escritor y docente universitario de Comunicación Social

domingoschiavoni@diariodelasierra.es

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