Soldados israelíes trasladan a detenidos palestinos en una operación en Gaza. AFP
EUGENIO GARCIA GASCÓN - CORRESPONSAL EN JERUSALÉN - 27/10/2007 20:01
El reciente caso de Yaser Hiyya, de 37 años, es bastante ilustrativo. Hiyya, vecino de Jan Yunis, al sur de la franja de Gaza, comenzó a sentirse mal el verano pasado. Acudió aun hospital de Gaza y hace unas semanas le diagnosticaron una dolencia en el corazón.Los médicos le dijeron que necesitaba un tratamiento urgente que los hospitales de Gaza no podían ofrecerle. En Nablus, al norte de la Cisjordania ocupada, existe un hospital que ha tratado casos semejantes, de manera que Hiyya solicitó al Ejército israelí un permiso para cruzar Israel y viajar a Cisjordania.
El Ejército le concedió el permiso, pero en realidad era una trampa. Cuando Hiyya llegó al paso fronterizo de Erez, le estaban esperando agentes del Shin Bet que le interrogaron durante todo el día. Los agentes le dijeron que, si quería pasar, tenía que hacerse colaboracionista. Hiyya rechazó la oferta y fue devuelto a Gaza.
Perseguir a los vulnerables
La organización israelí Médicos por los Derechos Humanos ha documentado en los últimos meses la muerte de seis palestinos enfermos a quienes el Shin Bet no ha permitido salir de la franja de Gaza.
“Perseguir a los más vulnerables no sólo es ilegal, sino también despreciable”, máxime cuando comportala muerte de enfermos, ha dichoFred Abrahams, de la asociación Human Rights Watch.
Según la Organización Mundial de la Salud, Israel permitía la salida de Gaza a 700 enfermos cada mes, pero esta cantidad se ha reducido significativamente desde que ellaborista Ehud Barak desempeña la cartera de Defensa.
En el caso de Hiyya, el Shin Bet estaba interesado en su hermano,un miembro de las Brigadas al-Aqsa, la milicia cercana a Fatah, a quienIsrael ha tratado de asesinar sin éxito en dos ocasiones.
En la mayoría de los casos documentados, el Shin Bet busca tener
informadores en la franja y en Cisjordania que les mantengan al tanto del movimiento de milicianosy políticos a quienes los israelíes quieren eliminar.
El blanco fácil de los enfermos
Para conseguir colaboracionistas, el Shin Bet recurre a métodos muy dudosos. Por ejemplo, a un estudiante que desea viajar a una universidad europea o norteamericana para proseguir sus estudios se le puede prohibir la salida de los territorios ocupados si no se convierte en confidente. La misma presión se puede ejercer sobre una persona que necesite un medicamento que escasea en los territorios palestinos.
El periodista Basam Wahedi vivió una experiencia similar. Wahedi, de 28 años, tiene una enfermedad ocular grave y los médicos de Gaza le han dicho que se quedará ciego si no se le interviene rápidamente. Como Hiyya, Wahedi obtuvo un permiso de Israel para salir de Gaza, pero a él también lo detuvieron en el paso de Erez.
Los agentes del Shin Bet le interrogaron y le ofrecieron tratamiento médico a cambio de que se convirtiera en informador y recabara información sobre los milicianos que disparan cohetes contra Israel. Wahedi rechazó la propuesta y fue devuelto a la franja de Gaza. “Nunca saldrás de Gaza si no nos ayudas”, le advirtieron los agentes del Shin Bet.
Una vez que un colaboracionista ha caído en la red, su vida y la vida de su familia y amigos se convierte en un infierno. Los colaboracionistas son percibidos como un cáncer por la sociedad, aunque todos son conscientes que su número es muy elevado y ninguna familia palestina puede estar segura de que ninguno de sus miembros no trabaja para Israel.
Desde la primera intifada en 1988, centenares de palestinos que trabajaban para el Ejército o los servicios secretos israelíes han sido asesinados por los grupos armados palestinos. Los más valiosos de entre los informadores reciben de las autoridades el premio de vivir en Israel, alejados de las represalias, aunque setrata de un privilegio que está al alcance de pocos.
Lo mejor que le puede ocurrir a un colaboracionista es ser detenido por las autoridades de Gaza, incluso aunque éstas sean de Hamas, porque, si por casualidad es descubierto por la gente, lo más probable es que le maten los milicianos a la primera ocasión que se presente.
En la prisión central de Gaza existe una galería específica para alojar a colaboracionistas. En la cárcel se sienten más seguros, aunque puede
ocurrir que ni siquiera allí sobrevivan al castigo.
Ése fue el caso de Mahmud Sharif, quien facilitó a los israelíes la información que se utilizó en el asesinato de un líder de la Yihad Islámica.
Sharif, de 52 años, resultó herido cuando un grupo de milicianos arrojó una granada contra la galería de los colaboracionistas. Sharif y otros siete heridos fueron ingresados en el hospital Shifa de Gaza. Unas horas después, varios milicianos llegaron hasta su cama y lo eliminaron de dos disparos en la cabeza.
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