por Massimo Zucchetti *
El apoyo militar a los golpistas de Benghazi contra el dictador de Trípoli se está desarrollando en detrimento de la población civil. De cada 10 misiles disparados más o menos uno se sale de control y se estrella en cualquier punto de la zona a la que se apunta. Pero todos los misiles, tanto los dotados de una cabeza revestida de uranio empobrecido como los que sólo tienen uranio empobrecido en los estabilizadores, contaminan la zona. O sea, este bombardeo supuestamente «humanitario» matará a miles de civiles en los años venideros, indica el profesor Massimo Zucchetti.
Las problemas vinculados al uranio empobrecido y su toxicidadhan desbordado varias veces el campo de la ciencia en los últimos años. El autor de este trabajo se ocupa de la protección radiológica desde hace dos décadas y del uranio empobrecido desde el año 1999. Después de una experiencia de publicación de trabajos científicos en revistas, de presentaciones en coloquios internacionales y conferencias en Italia sobre el uranio empobrecido, este artículo trata de hacer una estimación del impacto que el uso de uranio empobrecido en la guerra contra Libia (2011) está teniendo sobre el medio ambiente y la salud. Informes sobre su uso han aparecido en los órganos informativos desde el principio del conflicto [1].
Dadas sus características físicas específicas, en particular por su densidad que lo hace extremadamente penetrante, así como por su bajo costo –la producción de uranio empobrecido cuesta alrededor de 2 dólares el kilogramo– y la dificultad que presenta su tratamiento como desecho radioactivo, el uranio empobrecido ha encontrado excelentes modalidades de utilización en el sector militar.
Si recibe el tratamiento adecuado, la aleación U-Ti (Uranio-Titanio) constituye un material muy eficaz para la construcción de elementos penetrantes impulsados por energía cinética, de barras metálicas densas capaces de perforar un blindaje si se usan como proyectiles de alta velocidad.
El proceso de penetración pulveriza la mayor parte del uranio, que estalla entonces en fragmentos incandescentes –se produce una violenta combustión de casi 5 000˚ C– cuando sale al aire del otro lado del blindaje perforado, aumentando así el efecto destructivo.
Esta propiedad se llama piroforicidad y es, por ejemplo, una característica que se encuentra en el azufre de las cerillas o fósforos domésticos. O sea, además de su elevada densidad, la piroforicidad aumenta el interés que presenta el uranio empobrecido para diversas aplicaciones, en particular como arma incendiaria (API: Armour Piercing Incendiary, o sea como elemento penetrante incendiario contra el blindaje).
Finalmente, en la fase de impacto contra el objetivo, la relativa dureza del uranio empobrecido (en una aleación con titanio) proporciona al proyectil la capacidad de afilarse a sí mismo. En otras palabras, el proyectil «no se aplasta» contra el blindaje convirtiéndose en una «cabeza plana» –como sucede, por ejemplo, con un proyectil de plomo– sino que mantiene su forma puntiaguda hasta su total fragmentación, sin perder por lo tanto sus propiedades de penetración.
El uranio empobrecido ha sido empleado en los campos de batalla de la guerra del Golfo de 1991; durante los bombardeos OTAN/ONU contra la República serbia de Bosnia, en septiembre de 1995; contra Yugoslavia, durante la primavera de 1999; y, ya en este siglo, en el ataque contra Afganistán y nuevamente contra Irak en 2003.
El uso de dispositivos de uranio empobrecido en las guerras de Somalia y de Bosnia central y centro-oriental –sobre todo en amplias zonas alrededor de Sarajevo– en los años 1990, en Palestina y en los polígonos de tiro sometidos a la autoridad de las fuerzas militares de la OTAN, sólo ha sido documentado de forma incompleta [2].
Entre los armamentos que utilizan el uranio empobrecido hay que citar también el misil crucero tipo Tomahawk, cuyo uso en la guerra de los Balcanes de la primavera de 1999 –aunque no ha sido reconocido por la OTAN– ha sido confirmado gracias a lo que se ha encontrado en el lugar así como por fuentes de la Unión Europea [3].
Por otro lado, el manual de los oficiales, entregado a todos los uniformados enviados a Kosovo, incluía recomendaciones a seguir al pie de la letra sobre la presencia de uranio empobrecido en aquel territorio y, en particular, en los misiles Tomahawk. La introducción del manual indica lo siguiente: «Los vehículos y equipamiento del ejército serbio en Kosovo pueden constituir una amenaza para la salud de los militares y civiles en contacto con ellos. Los vehículos y el equipamiento que se encuentren destruidos, averiados o abandonados deben ser inspeccionados y manipulados solamente por personal calificado. Los peligros pueden provenir del uranio empobrecido como consecuencia de los daños provocados por la campaña de bombardeos de la OTAN, en el caso de los artefactos alcanzados directa o indirectamente. Además, los colimadores contienen tritio [Un isótopo radioactivo. Nota del Traductor al español.] y los instrumentos e indicadores pueden haber sido tratados con un barniz radioactivo, peligroso para quienes se pongan en contacto con los artefactos para inspeccionarlos». Aparece después una serie de consejos sobre cómo evitar la explosión del uranio empobrecido. El manual dice textualmente: «Evítese todo artefacto o material que usted sospeche que pueda haber sido alcanzado por municiones que contengan uranio empobrecido o por misiles crucero Tomahawk. No recoja o coleccione municiones de uranio empobrecido encontradas en el terreno. Informe inmediatamente a su puesto de mando sobre el área que usted estima que pueda estar contaminada. Donde quiera que usted se encuentre, delimite la zona contaminada con cualquier material encontrado en el lugar. Si se encuentra usted en una zona contaminada póngase, como mínimo, la máscara y los guantes protectores. Aplique la mejor higiene personal. Lave frecuentemente su cuerpo y su ropa».
Las evaluaciones sobre la cantidad de uranio empobrecido utilizado en los misiles son divergentes. Varían, en particular, según la diversas fuentes, entre valores de alrededor de 3 kilogramos hasta unos 400 kilogramos. Véase la nota que contiene la compilación de las distintas fuentes que se pueden encontrar sobre el tema, lo suficiente importante como para permitir la elaboración de un estimado del impacto medio ambiental [4].
Los desmentidos previsibles sobre la presencia de uranio en estos misiles pueden ser comparados con la compilación que aparece al final de este trabajo así como con las fuentes de origen militar [5].
Esta gran variabilidad en los datos se explica fácilmente. Algunos misiles crucero son de cabeza reforzada con uranio empobrecido y otros no. Pero estos últimos también contienen uranio empobrecido, no en la cabeza sino en las alas, como elemento estabilizador del vuelo. Podemos entonces definir dos casos:
Hipótesis alta: misil crucero con uranio en la cabeza del misil. Consideramos 400 kilogramos de uranio empobrecido;
Hipótesis baja: misil crucero SIN presencia de uranio en la cabeza. Consideramos 3 kilogramos de uranio empobrecido en las alas.
Cálculo del impacto sobre el medio ambiente y la salud
En la amplia literatura que el autor ha dedicado al problema del uranio empobrecido [6] ya se había abordado anteriormente el cálculo de la contaminación radioactiva con uranio imputable a los misiles crucero, en particular a los que se dispararon contra Bosnia en 1995. Ese estudio también puede consultarse a través de Internet, al igual que en la revista científica Tribuna biologica e Medica [7] [8].
Si se toman los modelos utilizados en el citado artículo, es posible deducir cuál es la situación en el terreno, en los lugares de inhalación, mediante un cálculo destinado sólo a precisar si, al menos en un caso realista, el volumen de las dosis en el terreno permite restar importancia al problema.
Consideremos el impacto de un misil crucero del tipo Tomahawkportador de 3 kilogramos (en el mejor de los casos) o de 400 kilogramos (en el peor de los casos) de uranio empobrecido.
El impacto produce una nube de residuos cuya dimensión es variable, después de una violenta combustión de unos 5 000˚ C. Como ya dijimos, los granos de polvo se componen de partículas cuyas dimensiones son del orden de la micra [0,5 - 5]. A 500 o 1 000 metros del punto de impacto se pueden respirar nubes con densidad suficiente como para causar dosis significativas, compuestas de partículas cuya masa es de cerca de 0,6 hasta unos 5 nanogramos (6-50 x 10-10gr.).
Se hizo una estimación siguiendo el código de cálculo de dosis GEN II [9], despreciando los efectos provenientes del incendio y considerando solamente la exposición debida a la inhalación durante una hora por dispersión simple del material, sin entrar a considerar ciertos factores que pudieran traducirse en un incremento ulterior de la exposición. En el espacio de una hora es posible inhalar granos de polvo radioactivo provenientes de la nube en cantidades que ya resultan notables.
Es necesario tener en cuenta el hecho que numerosos fluidos y dinámicas del cuerpo atmosférico (dirección del viento, gradiente vertical de la temperatura, etc.) pueden causar, en ángulos sólidos relativamente pequeños, concentraciones de contaminante de varios órdenes de importancia superiores incluso a los que se obtendrían con un cálculo de dispersión uniforme, no compatible con ese escenario.
El grupo crítico, en ese caso, resulta ser precisamente el de las personas «afectadas» por la nube de granos de polvo.
Según la estimación de probabilidades que se expondrá en este trabajo, un misil que alcanza su objetivo puede quemarse y esparcir partículas oxidadas de polvo en el medio ambiente.
Alrededor del 70% del uranio empobrecido que contienen los misiles, de los que se supone que por ser «inteligentes» siempre dan en el blanco, se quema. Alrededor de la mitad son óxidos solubles.
La granulometría de las partículas que conforman el polvo de óxido de uranio empobrecido pertenece totalmente al tipo de polvo que puede respirarse y así se crea polvo ultrafino. En particular, el diámetro de las partículas es en ese caso más fino que el polvo de uranio empobrecido de origen industrial, que resulta común en el medio de la industria nuclear. Se habla aquí de la gran mayoría del polvo contenido en el rango [1-10] micra, del cual una parte significativa es de un diámetro inferior a una micra.
En cuanto al destino del polvo de uranio empobrecido en el cuerpo humano, la principal vía de absorción es –como se sabe– la inhalación. Como se ha dicho, una parte del polvo es soluble y otra parte no se disuelve en los fluidos corporales.
Debido a las características de los óxidos de uranio empobrecido de origen militar, es necesario subrayar cómo difiere el comportamiento de estos en relación con el de los polvos industriales de uranio. En todo caso es posible suponer, según la ICRP [Siglas en inglés de la Comisión Internacional de Protección Radiológica. Nota del Traductor.] [10], que alrededor del 60% de lo que se inhala se deposita en el aparato respiratorio y que el resto es expulsado a través de la expiración.
Se debe tener en cuenta que alrededor del 25% de las partículas que presentan un diámetro cercano a 1 micra se mantienen durante largo tiempo en los pulmones, mientras que el resto se deposita en las vías aéreas superiores, pasa al aparato digestivo y es eliminado de allí en su mayor parte a través de las vías urinarias, mientras que pequeñas partes se acumulan en los huesos.
Alrededor del 25% de las micropartículas que se mantuvieron en los pulmones se comporta como un material de clase M, según la ICRP, o sea que se disuelve lentamente en los fluidos corporales, mientras que el resto es insoluble.
Ese tipo de comportamiento y de exposición no se ha estudiado en ninguna situación anterior de exposición a emisores alfa en los pulmones, que se haya detectado en el medio civil. La modalidad de exposición es por lo tanto muy diferente de las que han servido como base a la hora de recoger las equivalencias entre dosis y daños en materia de protección radiológica.
Es por lo tanto totalmente incorrecto –aunque constituya un punto de referencia– extrapolar evaluaciones de riesgo por exposición a ese tipo de micropolvos radioactivos a partir de datos recogidos en los casos de los mineros que trabajan con uranio, y también –resulta evidente– en los casos de las personas gravemente contaminadas por la radiación en Hiroshima y Nagasaki. Los estándares de protección radiológica de la ICRP se basan solamente en esas experiencias y, por consiguiente, pueden resultar en subestimaciones del riesgo.
Al pasar posteriormente a otros tipos de toxicidad diferentes a la radiológica, resulta entonces plausible que:
dado el componente fino y ultrafino de los polvos de uranio empobrecido de origen militar,
dada la toxicidad química del uranio;
La contaminación ambiental debida a los óxidos de uranio empobrecido de origen militar presente toxicidad tanto química como radiológica. Es necesario evaluar el efecto sinérgico de ambos componentes.
En otras palabras, la radioactividad y la toxicidad química del uranio empobrecido podrían actuar juntas creando un efecto de «cóctel» que aumenta el peligro posteriormente.
Hay que resaltar además el hecho que el clima árido de Libia favorece la dispersión de las partículas de uranio empobrecido en el aire, partículas que los civiles seguirán respirando durante años. El principal mecanismo de exposición a mediano y largo plazo tiene que ver con la resuspensión de polvos y con la subsiguiente inhalación de los mismos.
La metodología y los resultados vinculados a ese modela ya se han publicado en otros trabajos del autor [11], a los que remitimos aquí. Sólo resaltamos aquí las aplicaciones y variaciones del modelo aplicado y ya publicado, y en particular que:
el cálculo de compromiso (semi vida, NdT del texto original en italiano al francés) de dosis es de 70 años, no de 50 años, según lo recomendado por el ICRP.
Se utilizaron datos actualmente aproximados sobre la distribución de la población alrededor de los puntos de impacto, que también toman en cuenta la utilización principal de los proyectiles de uranio empobrecido en zonas pobladas.
Los resultados del modelo pueden resumirse de la siguiente manera:
CEDE (Committed effective dose equivalent) (Dosis colectiva): 370 mSvp in 70 y, por 1 kilogramo de uranio empobrecido oxidado y esparcido en el medio ambiente.
CEDE anual máxima durante el primer año (76 mSvp), durante el segundo año (47 mSvp) y durante el tercer año (33mSvp).
La vía de exposición es enteramente la inhalación del polvo. Son los pulmones el órgano que se convierte en blanco (97,5% de la contribución a la CEDE).
Entre los nucleidos responsables, el U238 representa el 83% de la CEDE y el U234 representa el 14%.
En cuanto a la cantidad total de uranio empobrecido oxidado disperso en el medio ambiente, esta evaluación se basa en los datos que reporta la prensa internacional: durante el primer día de la guerra, el Pentágono declara haber disparado –junto con los británicos– 112 misiles crucero hacia el territorio libio [12]. ¿Cuántos misiles van disparar antes de que termine la guerra? Como no podemos saberlo, basaremos nuestra hipótesis en la cantidad de 1 000 misiles para que el lector pueda estimar fácilmente el impacto sobre el medio ambiente y sobre la salud mediante la aplicación de una simple regla de tres que incluiría la cantidad exacta de misiles que se contabilicen al final del conflicto.
Si las cabezas de todos los misiles estuvieran «desprovistas» de uranio empobrecido, tendríamos de todas maneras una cantidad de: 1000 x 3 = 3000 kg = 3 toneladas de uranio empobrecido (en el mejor de los casos).
Si todos los misiles tuvieran cabezas de uranio empobrecido, tendríamos una cantidad de hasta 400 000 kilogramos, o sea 400 toneladas de uranio empobrecido.
Para evaluar la gravedad basta con comparar ese dato con las 10 o 15 toneladas de uranio empobrecido que se lanzaron en Kosovo en 1999. Supongamos que alrededor del 70% del uranio se quema y se esparce en el medio ambiente. Llegamos así a un estimado de la cantidad de óxidos de uranio empobrecido igual a alrededor de 2,1 toneladas (en el mejor de los casos) y 280 toneladas (en el peor de los casos). Lo anterior permite por consiguiente estimar una CEDE (dosis colectiva) para toda la población equivalente a:
en el mejor de los casos: 370 mSvp/kg x 2 100 kg = 780 Svp aproximadamente. – en el peor de los casos: 370 mSvp/kg x 280 000 kg = 104 000 Svp aproximadamente.
Tenemos que recordar que no es correcto –aunque constituya un punto de referencia– extrapolar evaluaciones por exposición a este tipo de micropolvos radioactivos a partir de los estándares de protección radiológica de la ICRP, que son los adoptados para el código GEN II. Si de todas formas aplicamos también aquí el coeficiente de 6% Sv-1 para el riesgo de aparición de tumores, obtenemos aproximadamente:
en el mejor de los casos: alrededor de 50 casos más de tumores previstos en 70 años.
en el peor de los casos: alrededor de 6 200 casos más de tumores previstos en 70 años.
Conclusiones
Los riesgos de exposición al uranio empobrecido que corre la población libia como consecuencia del uso esa sustancia en la guerra de 2011 han sido evaluados con el enfoque más amplio posible, tratando de tener en cuenta algunos resultados recientes de estudios en la materia.
Este tipo de exposición no ha sido estudiado en ninguna situación anterior de exposición a receptores alfa en los pulmones que se hayan encontrado en el entorno civil.
Sin embargo, la evaluación que se ha hecho de las dosis y del consiguiente riesgo en las dos situaciones (según se trate de misiles «sin uranio» o «con uranio») permite llagar a ciertas conclusiones.
En el primer caso (el mejor caso), el número de tumores esperados es muy exiguo y absolutamente no significativo desde el punto de vista estadístico. Esta dificultad estadística –es casi inútil señalarlo– no tiene nada que ver con una absolución de ese tipo de práctica, con su aceptación y menos aún con una afirmación de que tenga poca importancia, o incluso de que pueda ser inocua. Por el contrario, en el segundo caso (que es el peor caso), nos encontramos ante un número de aparición de tumores que se sitúa en varios miles. Dichos tumores alcanzarían evidentemente un nivel epidemiológico y constituyen, sin duda alguna, una fuerte preocupación.
Es necesario, por lo tanto, que los ejércitos que están bombardeando Libia aclaren con pruebas reales, no con cómodas afirmaciones, la presencia o no, y en qué cantidades, de uranio empobrecido en sus misiles. En el pasado se produjeron «desmentidos oficiales» sobre la presencia de uranio en los misiles crucero. Sin embargo, al ser estos desmentidos provenientes de medios militares, el autor estima estar en su derecho al considerarlos, como mínimo, con cierta prudencia.
Basadas en los datos que se encuentran a nuestra disposición, las estimaciones sobre la evolución de los casos de tumores para los próximos años en Libia resultan, debido a esta práctica totalmente injustificada, absolutamente preocupantes. La discusión sobre la incidencia relativa de cada uno de los agentes teratógenos utilizados en una guerra (químicos, radioactivos, etc.) nos parece poco importante e incluso, permítannos señalarlo como conclusión, poco respetuosa de un dato que constituye un hecho: los muertos en Libia por causa de este ataque sobrepasan y sobrepasarán de lejos cualquier cifra que pueda definirse algún día como «el precio necesario».
Es importante, finalmente, recoger datos y estudios –existen muchos– sobre los efectos que las «nuevas guerras» tienen en el hombre y en el medio ambiente. Hay que mostrar la manera como nuestras armas modernas, que nada tienen de “quirúrgicas”, producen daños inaceptables. Hay que estudiar el impacto que han tenido, en los hombres y en el medio ambiente que las han sufrido, las guerras «humanitarias» registradas desde 1991.
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