El
periódico The Washington Post ha criticado lo que denominó como
“políticas sectarias” en Arabia Saudí. El diario norteamericano se
refirió en un artículo publicado recientemente a la condena el pasado 15
de Octubre de Nimr al Nimr, un clérigo shií de Arabia Saudí, que fue
sentenciado a muerte por el Tribunal Penal Especial de Riad. Desde 2011,
Nimr se ha convertido en el líder de un movimiento de protestas
centrado en el este de Arabia Saudí que no ha recibido cobertura en los
principales medios occidentales.
Nimr procede de Awamiya, una
localidad saudí rodeada de granjas de dátiles en las afueras de Qatif,
la mayor ciudad shií del reino, que situada en la provincia del Este.
Awamiya tiene una larga historia de resistencia a los gobernantes
wahabíes. El abuelo de Nimr lideró una revuelta armada en los años 1929 y
1930 contra los misioneros wahabía que fueron enviados a la Provincia
del Este después de que el fundador del Estado saudí, el reino Abdul
Aziz bin Saúd, lo conquistara en 1913.
El periódico considera que
la represión saudí contra Nimr es importante porque “ha sentado un
precedente sobre cómo el reino trata con la disidencia política y no
sólo porque es otro ejemplo del anti-shiísmo saudí”. Esta última
política “sólo refuerza las divisiones y hostilidades que han alimentado
el ascenso de los grupos extremistas” que buscan “una guerra regional
sectaria”.
El Post señala que el anti-shiísmo doctrinal y
estratégico de Arabia Saudí se ha mostrado en el atentado llevado a cabo
en la víspera de Ashura contra una mezquita shií en la localidad de Al
Ahsa, en el este del país. Varios shiíes fueron asesinados, incluyendo
algunos menores, y otras decenas más resultaron heridos.
El
diario señala que aunque los shiíes experimentan una discriminación
institucional y religiosa en Arabia Saudí, las fuerzas de seguridad del
Estado les habían protegido contra los ataques de terroristas hasta el
momento. Al Qaida y varios otros grupos similares han estado durante
años planeando agresiones contra los shiíes en la provincia del Este
buscando incrementar las tensiones en el reino e intentando provocar
alguna represalia armada de los shiíes.
Muchos saudíes han
mostrado, señala el Post, su rechazo a la violencia sectaria y se han
manifestado a favor de la convivencia en los medios sociales. Miles de
sunníes acudieron, en este sentido, al funeral de los shiíes asesinados
en el atentado de Al Ahsa.
Sin embargo, señala el Post, el estado
saudí y el establishment religioso wahabí han alimentado durante
décadas la animosidad interconfesional en la región. El deseo de los
reclutas saudíes de Al Qaida y el EI de luchar contra el Islam shií y
contener la influencia de Irán en la región son también objetivos que
los medios saudíes han promovido hasta la saciedad. La incitación contra
los shiíes (y también contra los cristianos) se ha extendido en la
región a través de los canales de televisión saudíes.
Fue
alentador que inmediatamente después del atentado de Al Ahsa, el
ministro de Información, Abdul Aziz Juya, anunciara el cierre Wisal, uno
de los peores canales que promueven el odio a los shiíes. No obstante,
en una señal de que las facciones dentro del régimen saudí están
divididas sobre cómo tratar con el tema del sectarismo en el reino, el
ministro, que llevaba muchos años en el cargo, fue cesado al día
siguiente por el rey Abdulá y el canal Wisal continúa activo.