Es la primera vez desde hace años que Rusia lanza un gran desafío al orden mundial que EEUU quiere imponer al mundo.
Un artículo publicado por la Fundación Carnegie estima que a pesar de las sanciones y las presiones que las potencias occidentales quieren imponer a Rusia, Moscú está determinado a proseguir su proyecto de lanzar un desafío al orden mundial dominado por Washington.
El artículo, firmado por expertos de la Fundación Carnegie, indica que a pesar del establecimiento de relaciones con las organizaciones occidentales desde hace varios años, Moscú nunca se ha adherido realmente al orden mundial estadounidense y no duda tampoco en criticarlo en diversas ocasiones.
Sin embargo, parece que esta vez el presidente ruso, Vladimir Putin, está firmemente determinado a proseguir su proyecto de establecer alianzas con los países que se oponen al orden mundial unipolar.
Durante su última reunión en La Haya, los dirigentes de los grandes países occidentales decidieron suspender las actividades del G-8 y volver al modelo antiguo del G-7 compuesto únicamente por los siete países más industrializados de Occidente.
Durante los 16 años de su adhesión al G-8, Rusia no logró nunca integrarse en el orden mundial controlado por EEUU. En este sentido, la desaparición del G-8 no tendrá grandes repercusiones para Rusia y su política exterior.
En efecto, desde que el antiguo canciller alemán Gerhard Schroeder y el ex presidente francés Jacques Chirac abandonaron este grupo en la década de 2000, Putin no ocultó que no tenía un verdadero interés por participar en ese foro.
Durante todos estos años, la política de los países occidentales consistió en marginar a Rusia mientras ellas proseguían con sus intentos para dominar cada vez más el orden internacional.
Sin embargo, esta política ha sido contraproducente para Occidente puesto que Rusia ha permanecido como un país autónomo con respecto al orden mundial norteamericano sin haber establecido verdaderas relaciones estructurales con Washington y Bruselas.
Sin embargo, Rusia está orgullosa en estar presente en numerosas instituciones y organizaciones internacionales.
Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, miembro del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y miembro del Consejo de Europa, aunque después de la decisión de las potencias occidentales de expulsar a Rusia del G-8 y las críticas del Consejo a la actuación rusa en Crimea, es probable que Moscú abandone voluntariamente este último.
El Consejo Rusia-OTAN, que ha sido un instrumento eficaz para coordinar las relaciones estratégicas entre Moscú y la Alianza Atlántica, atraviesa igualmente una etapa frágil.
Parece, pues, que Putin se prepara para un contraataque en todos los campos: político, económico y militar.
En este marco, los rusos buscarán promover la unión de los países de Eurasia con sus vecinos próximos y otros países.
De forma mucho más activa que en el pasado, Rusia quiere desarrollar sus relaciones con los países que no aceptan someterse a los dictados de Washington, en especial en el tema de las sanciones contra ella. En este sentido, es evidente que países como China o India no reducirán el nivel actual de su cooperación con Rusia.
En el plano regional, los dirigentes rusos tratarán de reforzar también sus relaciones con Japón, Corea del Sur, Turquía, Irán, Egipto, Argentina, México, Brasil o Singapur.
En este plano, los rusos tenderán a ser pragmáticos y se concentrarán esencialmente en la cooperación económica para poder contornear, al menos parcialmente, las sanciones que EEUU y la UE le impongan.
En efecto, todo el mundo sabe que es imposible imaginar que las sanciones que Occidente pueda imponer a Moscú sometan a Rusia a un aislamiento comparable al de Corea del Norte. Mientras que EEUU considera a Rusia como un país débil y una potencia en decadencia, el presidente Putin cree que es EEUU el que vive sus últimos bellos días como superpotencia mundial.
Putin había ya resistido las presiones de EEUU en el tema de Edward Snowden. En la crisis de Ucrania, Rusia ha logrado de nuevo reforzar su posición en medio de un nuevo desafío lanzado contra ella por los países occidentales.
Source: Agencias
Un artículo publicado por la Fundación Carnegie estima que a pesar de las sanciones y las presiones que las potencias occidentales quieren imponer a Rusia, Moscú está determinado a proseguir su proyecto de lanzar un desafío al orden mundial dominado por Washington.
El artículo, firmado por expertos de la Fundación Carnegie, indica que a pesar del establecimiento de relaciones con las organizaciones occidentales desde hace varios años, Moscú nunca se ha adherido realmente al orden mundial estadounidense y no duda tampoco en criticarlo en diversas ocasiones.
Sin embargo, parece que esta vez el presidente ruso, Vladimir Putin, está firmemente determinado a proseguir su proyecto de establecer alianzas con los países que se oponen al orden mundial unipolar.
Durante su última reunión en La Haya, los dirigentes de los grandes países occidentales decidieron suspender las actividades del G-8 y volver al modelo antiguo del G-7 compuesto únicamente por los siete países más industrializados de Occidente.
Durante los 16 años de su adhesión al G-8, Rusia no logró nunca integrarse en el orden mundial controlado por EEUU. En este sentido, la desaparición del G-8 no tendrá grandes repercusiones para Rusia y su política exterior.
En efecto, desde que el antiguo canciller alemán Gerhard Schroeder y el ex presidente francés Jacques Chirac abandonaron este grupo en la década de 2000, Putin no ocultó que no tenía un verdadero interés por participar en ese foro.
Durante todos estos años, la política de los países occidentales consistió en marginar a Rusia mientras ellas proseguían con sus intentos para dominar cada vez más el orden internacional.
Sin embargo, esta política ha sido contraproducente para Occidente puesto que Rusia ha permanecido como un país autónomo con respecto al orden mundial norteamericano sin haber establecido verdaderas relaciones estructurales con Washington y Bruselas.
Sin embargo, Rusia está orgullosa en estar presente en numerosas instituciones y organizaciones internacionales.
Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, miembro del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y miembro del Consejo de Europa, aunque después de la decisión de las potencias occidentales de expulsar a Rusia del G-8 y las críticas del Consejo a la actuación rusa en Crimea, es probable que Moscú abandone voluntariamente este último.
El Consejo Rusia-OTAN, que ha sido un instrumento eficaz para coordinar las relaciones estratégicas entre Moscú y la Alianza Atlántica, atraviesa igualmente una etapa frágil.
Parece, pues, que Putin se prepara para un contraataque en todos los campos: político, económico y militar.
En este marco, los rusos buscarán promover la unión de los países de Eurasia con sus vecinos próximos y otros países.
De forma mucho más activa que en el pasado, Rusia quiere desarrollar sus relaciones con los países que no aceptan someterse a los dictados de Washington, en especial en el tema de las sanciones contra ella. En este sentido, es evidente que países como China o India no reducirán el nivel actual de su cooperación con Rusia.
En el plano regional, los dirigentes rusos tratarán de reforzar también sus relaciones con Japón, Corea del Sur, Turquía, Irán, Egipto, Argentina, México, Brasil o Singapur.
En este plano, los rusos tenderán a ser pragmáticos y se concentrarán esencialmente en la cooperación económica para poder contornear, al menos parcialmente, las sanciones que EEUU y la UE le impongan.
En efecto, todo el mundo sabe que es imposible imaginar que las sanciones que Occidente pueda imponer a Moscú sometan a Rusia a un aislamiento comparable al de Corea del Norte. Mientras que EEUU considera a Rusia como un país débil y una potencia en decadencia, el presidente Putin cree que es EEUU el que vive sus últimos bellos días como superpotencia mundial.
Putin había ya resistido las presiones de EEUU en el tema de Edward Snowden. En la crisis de Ucrania, Rusia ha logrado de nuevo reforzar su posición en medio de un nuevo desafío lanzado contra ella por los países occidentales.
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