por Manlio Dinucci
Estados Unidos y sus aliados británicos y franceses han lanzado una alerta: de aquí al final de agosto pueden producirse ataques de la red terrorista internacional al-Qaeda contra varias de sus embajadas a través del mundo. Lo asegura la NSA, que se enteró al interceptar una comunicación telefónica de Ayman al-Zawahiri. La alarma desencadenó la inmediata adopción de excepcionales medidas de seguridad y el cierre de varias embajadas… por un fin de semana. ¿A qué viene todo ese aspaviento?, se pregunta Manlio Dinucci.
El presidente Obama es mantenido constantemente al tanto de la situación… mientras juega al golf. Ha sonado la enésima alarma terrorista. De un momento a otro, la fantasmal al-Qaeda puede atacar objetivos vinculados a los intereses estadounidenses, principalmente en el Medio Oriente y en el norte de África. Se alerta a los ciudadanos estadounidenses que se hallan en el extranjero. Se ordena el cierre temporal de numerosas embajadas de Estados Unidos mientras que los marines están listos a intervenir desde Sigonella [Italia] para proteger las embajadas estadounidenses situadas en el sur de Europa.
El mérito de esta oportuna alerta es de la “comunidad de inteligencia” [de Estados Unidos]. Esta se compone de 17 agencias federales. Además de la CIA, encontramos en ella a la DIA (Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa). Pero cada rama de las fuerzas armadas estadounidenses –las fuerzas terrestres, la fuerza aérea, la marina de guerra y la infantería de marina– tiene su propio servicio de inteligencia. Como también lo tienen el Departamento de Estado y el Departamento de Seguridad de la Patria [Homeland Security].
Entre esos servicios, que compiten encarnizadamente entre sí por la obtención de respaldo político y de fondos federales, se encuentra la Agencia de Seguridad Nacional [National Security Agency o NSA]. Esta agencia se especializa en la intercepción de las comunicaciones telefónicas e informáticas (las que supuestamente han permitido descubrir el nuevo complot terrorista), a través de las cuales espía no sólo a los enemigos sino también a los amigos de Estados Unidos, como lo confirma el «datagate» suscitado por las revelaciones del ex contratista Edward Snowden. En 10 años, el personal de la NSA aumentó en un tercio su personal civil y militar –llegando a alcanzar la cifra de 33 000 personas–, multiplicó por 2 su presupuesto y multiplicó por más de 3 la cantidad de compañías privadas que trabajan para ella –que aumentó de 150 a 500. El cuartel general de la NSA, en Fort Meade (Maryland) ya es más grande que el Pentágono y está a punto de ser ampliado en un 50%. Y al mismo tiempo sigue ampliando sus diferentes centros, que tienen cada uno su propio sector de intervención. El centro [de la NSA] situado en Texas se encarga de las escuchas en Centroamérica y Sudamérica; el de Georgia tiene a su cargo [las escuchas del] Medio Oriente; el de Hawai espía los países del Pacífico, incluyendo Rusia y China; y el de Australia, toda Asia. El centro [de la NSA] en Inglaterra (cuyo personal crecerá en un tercio, alcanzado la cifra de 2 500 personas) espía los países de Europa, el Medio Oriente y el norte de África. Y en Utah acaba precisamente de construirse un nuevo centro destinado a la ciberguerra, o sea para los ataques contra las redes informáticas de otros países.
Pero la guerra en la que se ha especializado la NSA no es únicamente informática. Esa agencia indica al Mando de Operaciones Especiales –que opera en más de 70 países con unos 70 000 especialistas– y otras unidades especializadas en operaciones secretas, quiénes son las personas consideradas peligrosas para Estados Unidos y que deben por lo tanto ser eliminadas mediantes ataques con drones [aviones teledirigidos] y acciones de tipo comando. A través de una red informática especial cifrada –la Real Time Regional Gateway– la NSA hace llegar a los jefes de las fuerzas armadas y de los servicios secretos la lista de «objetivos» y toda la información necesaria para localizarlos y liquidarlos con drones o comandos.
La NSA dispone para ello de la tecnología más avanzada, como la que permite localizar a alguien siguiendo la pista de su teléfono celular… aunque esté apagado. Esas «acciones letales selectivas» –subrayó el presidente Obama (el 23 de mayo de 2013)– son «legales» ya que «son parte de una guerra justa, que se libra en defensa propia». Como las operaciones sicológicas, rebautizadas como «Military Information Support Operations», a las que se dedican unidades especiales para «influir en la opinión pública internacional para que apoye los intereses y los planes militares estadounidenses».
Entre ellas se halla la actual alarma terrorista (que pudiera incluso completarse con algún atentado firmado por al-Qaeda), para demostrar que Estados Unidos está siendo agredido y que tiene por lo tanto derecho a la «defensa propia».
Manlio Dinucci
Fuente
Il Manifesto (Italia)
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