febrero 14, 2013
Por Chris Marsden
16 Enero 2013
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Email el autorEste análisis de perspectiva política apareció en inglés el 12 de Enero de 2013
Los pueblos trabajadores y oprimidos del Medio Oriente confrontan un futuro con sangrientas guerras sectarias, represión y un descenso continuo a una pobreza agobiante. La solución depende en el resurgimiento de los levantamientos revolucionario del 2011, pero esta vez en base a un programa que exprese los intereses políticos independientes de la clase trabajadora.
Las ingenua ilusión que acompaño la “Primavera Árabe” ha sido despedazada: el creer que todas las clases en el Oriente Medio compartían un deseo por la democracia, deseo que contaba con el apoyo de las potencias imperialistas.
Ya comienza el 2013 con el envío de seis baterías de misiles Patriot a la frontera que separa a Turquía de Siria. Esta es la señal más clara de que el mundo está al borde de una intervención militar por los Estados Unidos y sus aliados de la OTÁN en una guerra civil sectaria que han tramado deliberadamente .
Acompañan a los mísiles unas 1,200 tropas, que complementan las decenas de miles que ya han sido estacionadas en Bahrein, Katar, los EAU, Kuwait, Líbano, Jordania e Israel, también las Fuerzas Especiales y operarios de inteligencia que ya están en Siria. Diez y siete naves de guerra de los EE.UU, Gran Bretaña y Francia se encuentran ahora en las aguas de Siria. Las fuerzas militares occidentales tienen la intención de apoyar la intervención de Turquía y las monarquías del Golfo con las que conspira el gobierno de Obama.
Incluso sin que hayan ocurrido abiertas agresiones militares, las potencias occidentales han cometido el terrible crimen de haber promovido una insurgencia suní que incluye a grupos como la Hermandad Musulmana y movimientos tipo Al Qaeda como Jabhat al-Nisra. Esta intriga imperialista viene pagándose con la sangre de miles de muertos y heridos y con la destrucción de la economía e infraestructura de Siria.
Las Naciones Unidas se ha sido vista obligada a reconocer la realidad de que esta guerra civil sectaria menaza a comunidades enteras con genocidios al estilo de Yugoslavia. Seguramente esta admisión será tan sólo usada como pretexto de intervención. Los principales medios funcionan nada menos que como una caja de resonancia de la propaganda bélica, ignorando la alianza entre EE.UU. y Al Qaeda y aceptando ese zigzagueo de acusar primero al régimen de Assad de preparar armas químicas y balísticas para después advertir del peligro de que las fuerzas de oposición obtengan estas mismas armas.
El derrocamiento del régimen Assad no traería ningún alivio. Éste sería reemplazado por un brutal gobierno que iniciaría una vendetta contra los alauíes, los cristianos y otras minorías, situación que podría acabar en la ruptura del Estado en cantones étnicos. Tan solo basta fijarse en Libia: el primer ministro Ali Zeidan esta semana amenazó con “usar la fuerza para proteger el Estado” ante los conflictos entre camarillas rivales por el control de vitales suministros de petróleos.
La caída de Assad es una elemento clave en los esfuerzos desde hace tiempo de EE.UU. para asegurarse la hegemonía en el Oriente Medio. Esa estrategia se ha acelerado como respuesta al derrocamiento en el 2011 de dos de sus aliados claves: Ben Ali en Tunisia y Hosni Mubarak en Egipto. La política estadounidense combina una intervención militar agresiva -como la llevada a cabo en Libia- con el forjamiento de alianzas con regímenes árabes sunís y movimientos contra la teocracia chiíta de Irán y sus aliados. El objetivo es lograr el cambio de régimen en Damasco y Teherán, sembrar divisiones a través de la región para prevenir una acción conjunta de la clase trabajadora y hacer que la autoridad de los islamistas es transforme en un bastión contra la revolución social.
Con ese fin, Washington defiende las credenciales democráticas de la oposición siria mientras que al mismo tiempo apoya la supresión de la oposición en regimenes aliados -en Bahrein, Yemen, Arabia Saudita, etc. Al mismo tiempo, la Casa Blanca se asegura de la dependencia política y militar de estos mismos regimenes -listos para actuar en bloque contra las ambiciones regionales de Teherán, Moscú y Pekín.
También con ese fin el gobierno de Obama le está enviando a Egipto 200 tanques de batalla M1A1 Abrams y 20 jets de combate F-16 bajo un contrato que había sido acordado con Mubarak. Este mes le dio al Líbano 200 transportes blindados (TPB) M113, aumentando el total a 1,200 TPBs; todo esto con el supuesto propósito de fortalecer la habilidad de las fuerzas armadas de “proteger las fronteras y la estabilidad interna”.
Irán es actualmente el blanco de sanciones que están ocasionando un impacto paralizante y desestabilizador; ha reducido en un a 55 por ciento cruciales importaciones de petróleo y causado el colapso del valor de su moneda. No obstante, Israel sigue amenazando con atacar.
En todos los países del Oriente Medio regímenes despóticos encaran una creciente oposición popular. Sin embargo en ningún lugar ha sido capaz la clase trabajadora de hacer valer su propia voluntad política. Ha sido atrapada por facciones de la clase dirigente que pelean unas contra otras -islamitas, nacionalistas y liberales. A menos que eso cambie, la pesadilla sectaria que ha sido creada en Siria volverá a levantan cabeza en Irak, Jordania, Libia, Líbano y Turquía.
En Egipto el proletariado dio el primer impulso que culminó con el derrocamiento de Mubarak. El régimen se deshizo de Mubarak en momentos en que millones de trabajadores se lanzaban a la lucha para acabar con décadas de opresión social y política. Sin embargo, hoy en día, casi el 25 por ciento de los 80 millones de egipcios sufren bajo una pobreza apremiante; la inflación sube vertiginosamente; el Presidente Morsi se alista para imponer feroces recortes fiscales bajo órdenes del Fondo Monetario Internacional.
Nada de esto preocupa a la oposición liberal burguesa, cuyo objetivo es asegurarse una posición en la nueva estructura política y económica, junto con la Hermandad Musulmana y el ejército. El mismo impulso motiva a toda la oposición burguesa en el Oriente Medio: asegurarse el derecho de explotar a los trabajadores y de establecer sus propias conexiones con las potencias occidentales, la banca y corporaciones multinacionales.
La misión política esencial de obreros y jóvenes de la región es forjar un movimiento socialista unido contra los regímenes actuales, contra sus rivales burgueses y contra los poderes imperialistas que sostienen a ambos bandos. La meta de la clase obrera, movilizando consigo a los agricultores pobres y a los estratos oprimidos de la clase media, necesita ser la formación de los Estados Socialistas Unidos del Oriente Medio. Para eso necesita construir un propio partido revolucionario independiente que esté basado en la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky .
Los trabajadores en los Estados Unidos y Europa deben hacer todo lo posible contra la estrategia predatoria de sus gobiernos y de las élites gobernantes del Oriente Medio. Esto requiere la creación de un nuevo movimiento contra la guerra, uno que se oponga directamente a los varios partidos pequeño burgueses seudoizquierdistas que están afiliados al Secretariado Unificado y a los Socialistas Internacionales (International Socialist Organization, en inglés, ISO) que son los testaferros de los planes imperialistas de cambio de régimen, planes que están a cargo de agentes de la CIA, de gente que hasta hace poco eran parte del régimen, y de islamistas, todos respaldados con las bombas de la OTÁN.
El antiimperialismo automático aparece ahora como una obligación en estos circulos; por ejemplo, los oponentes de la intervención militar han sido acusados por Pham Binh, uno de los seudoizquierdista del Internet, de estar “en desacuerdo con los intereses y las demandas explícitas primero de los pueblos revolucionarios de Libia y ahora con los de Siria”, que, en las palabras de la Organización Socialista Internacional de EE.UU. “aceptarán cualquier ayuda que puedan obtener”.
Todas estas tendencias ya pertenecen en el campo de la reacción imperialista. La responsabilidad de dirigir un movimiento antibélico y dar voz a las luchas antiimperialistas y socialistas de la clase trabajadora le cae al Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Fuente
http://wsws.org/es/articles/2013/jan2013/span-j16.shtml Tweet This PostBy
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